A propósito de las prácticas culturales que por esta época del año afloran en diferentes países, encontramos que el culto a nuestros seres queridos fallecidos es uno de las más sobresalientes, especialmente en la cultura latina. Precisamente nuestro artículo de hoy busca honrar la memoria de los hijos fallecidos y apoyar a aquellos padres que han sufrido esta gran pérdida.
Empezaremos por decir que la muerte de un hijo es considerada como una pérdida insuperable, como si de algún modo por ley natural se estableciera que los padres deben morir antes que los hijos. Esta creencia que está muy arraigada en nuestra sociedad, de cierta manera influye sobre nuestro proceso para elaborar este duelo, pues además de darle significado un tanto “idealista”, hace que no exista un nombre que designe a aquellos que han perdido a un hijo, por ejemplo, se suele decir huérfano a quien ha perdido a un progenitor, viudo/a a quien perdió a un cónyuge, pero no existe una palabra que recoja el estado en que queda una persona cuando pierde a un hijo, limitando así nuestro esquema mental y haciendo más doloroso y duro el proceso de duelo.
Así mismo, este duelo se puede ver más complicado por el hecho de tener una idea preconcebida de que un padre o madre no tiene derecho de volver a ser feliz luego de la pérdida de un hijo. Quizás por esto, muchos padres que han sobrevivido a la muerte de un hijo y lo han superado, experimentan un cierto pudor.
Otra complicación que puede surgir es que, al duelo por la muerte de un hijo, se le sumen vacíos que el hijo llenaba, que la pérdida haya sido muy traumática o que en ese momento no tenga espacio en el esquema mental de la persona que vive la pérdida.
En muchas ocasiones surgen resistencias para realizar el duelo porque sentimos que, si nos despedimos, estaríamos traicionando la relación que compartimos en el pasado. Así, cuando surgen las resistencias a despedirnos, puede resultar interesante reorientarlas hacia un acto de amor. Lo que nos conecta de lleno con el dolor es el amor que hubo y, por lo tanto, el duelo en sí mismo se convierte en un acto de amor y no de traición.
Aunque parezca imposible, si no se actúa, puede resultar tan traumático para los padres que les impedirá seguir viviendo plenamente y en algunos casos, desarrollar un duelo patológico. Pero, en medio de todo, la buena noticia es que, haciendo el proceso profundo de terapia de duelo, se puede superar la muerte de un hijo y te permitirá transformar ese dolor.
Entonces, algunas de las recomendaciones que te pueden ayudar a elaborar este duelo son las siguientes:
Lo primero, es solicitar ayuda para transitar por el duelo si se necesita. En la muerte, como en la vida, se hace camino al andar y si en ese recorrido de la experiencia de la muerte de un hijo, los padres sienten que necesitan apoyo profesional, hay que hacerlo.
La comunicación entre los padres o seres queridos muy cercanos es fundamental para poder expresar lo que sienten ante la muerte de su hijo. Darse permiso, sin culpabilizarse, para vivir los sentimientos y emociones que aparecen de manera habitual en estos casos como: la tristeza, el miedo, la impotencia, el enfado, la rabia o incluso la sensación de alivio por la muerte de su hijo al interpretar que de esa manera no sufre más tras una larga enfermedad.
Evitar decir mentiras al niño que va a fallecer y ante sus preguntas como ¿Voy a morir? Ante una situación grave de salud, se puede adaptar el mensaje para que sea acorde a su edad o preguntarle, ¿Qué te preocupa? para motivarle a explorar y expresar sus propias emociones al respecto, desde la honestidad y el amor.
Ritualizar la despedida del fallecimiento del hijo con un acto íntimo familiar que ayude a integrar la pérdida y que sea diferente al entierro o la cremación. Puede tratarse de una sentida oración, la lectura de poesía o la escucha de determinadas canciones significativas. Un acto que conecte a la familia con el hijo que murió y que se puede repetir tantas veces como sea necesario.
También puedes recordar el legado del hijo fallecido con una acción en su honor que se mantenga en el tiempo. Ante ellos puedes preguntarte ¿Qué hubiese hecho mi hijo en esta vida de no haber fallecido? Por ejemplo, ser voluntario para ayudar en determinadas causas sociales a colaborar con una asociación sin ánimo de lucro.
Recuerda que mientras un doliente crea que no debe o no es legítimo sobrevivir a la muerte de un hijo y volver a ser feliz, mientras ese pensamiento persista, ningún tratamiento será eficaz, independientemente de la ayuda psicológica que reciba.
Por ello, en PADMATERAPIA estamos dispuestos a apoyarte con amor y profesionalismo en esta etapa tan difícil de la vida y te brindaremos opciones para cambiar tus pensamientos limitantes sobre un ciclo natural de la vida como es la muerte. Contáctanos!