Cómo sanar la relación con la madre
No todos tuvimos la dicha de ser criados por madres amorosas y presentes, pero lo que si es cierto es que todos de alguna manera hemos sido condicionados por ese primer vínculo de la vida, ya que todos tenemos una madre independientemente de las circunstancias. Observar, comprender y equilibrar este vínculo, puede tener sanas repercusiones en nuestra vida.
Para empezar, tenemos por decirte algo muy básico: que nuestra madre fue la primera conexión que tuvimos con este plano físico, la raíz, el origen, donde todo empezó. Pero este es un detalle que muchos pasamos por alto sin darle la importancia que merece.
Si hacemos memoria por un momento, pensemos en la relación que hemos tenido con nuestra madre, algunas veces la hemos juzgado, criticado, creyendo que lo hubiera podido hacer mejor, la hemos amado, odiado y hasta rechazado por mostrarnos el espejo que nos ofreció.
Pero ¿cómo saber si tenemos un vínculo por sanar con nuestra madre? Muy sencillo, teniendo en cuenta estas reflexiones:
Cuando dependemos en extremo de ella y no podemos tomar decisiones o actuar sin su aprobación; cuando no podemos permanecer a su lado sin sentir rabia, rechazo, resentimiento, rencor, venganza, etc. Cuando permitimos que ella tenga el control sobre nuestra vida y no ponemos límite por “no hacerla sufrir”; cuando no estamos en contacto con ella y esto nos ocasiona sufrimiento y tristeza; cuando la criticamos, juzgamos, desacreditamos por historias del pasado y el presente y nos centramos en sus errores llegando a faltarle al respeto; cuando recordamos nuestra infancia con dolor y resentimiento pensando en lo mal que actuó. Cuando no podemos tener una comunicación sin miedo, sentimos temor ante su presencia y no podemos ser nosotros mismos; cuando nos sentimos en el rol de ser sus salvadores, cargando con sus responsabilidades y llegando a invertir los roles.
Ahora bien, si no tenemos un vínculo sano con nuestra madre, podremos experimentar las siguientes consecuencias:
Problemas para atraer el amor de pareja pues al no sentirnos amados desde el inicio o bien no haber percibido el amor, se nos dificulta encontrarlo en otra persona porque sencillamente no sabemos de qué se trata el amor.
También podremos experimentar problemas con la autoestima por cuanto esta es una de las herencias más importantes que nos deja la figura materna, es decir, se supone que dentro del vínculo creado con la madre se ama, se cuida, se respeta, pero si eso no lo hemos percibido, no tendremos con qué alimentar nuestra autoestima.
Otra consecuencia importante de no sanar la relación con la madre es el bloqueo del merecimiento, es decir, si la relación con nuestra mamá no fue afectuosa y no recibimos de ella el acompañamiento necesario, esto puede cerrar nuestra capacidad de merecer, lo cual se verá reflejado en nuestra búsqueda incansable de afecto. Si nosotros nos sentimos rechazados pues no nos sentiremos merecedores de recibir, o siempre veremos un riesgo en recibir afecto o una obligación de dar incesantemente para ser valorados.
Cuando rechazamos a nuestra madre por el afecto que nos negó, estaremos rechazando entonces la vida, la creación y con esta actitud también estamos cerrando nuestra capacidad creadora y la conexión con la vida, podríamos tener tendencias depresivas o por el contrario volvernos tóxicos y dependientes.
Y al final lo más evidente pero no menos importante, es el rechazo y hasta la violencia hacia la figura femenina. Esto se presenta más frecuentemente en los hombres a manera de violencia de pareja o intrafamiliar. En las mujeres se puede tener una tendencia a menospreciar y hacer daño a otras mujeres.
Toma una libreta. Tómate un tiempo y dedica un momento para ti, date el permiso de hacerlo y toma consciencia: escribe con cuales de las anteriores situaciones te sientes identificado/a, cuáles son los recuerdos que te conectan con esas memorias de dolor, hace cuanto tiempo y pon una fecha límite para mantenerlas. Ahora quema ese papel y saca de tu vida esos recuerdos dolorosos. Responsabilízate de tu sanación como adulto que eres, aunque sea tu niño interior el que esté herido. Trabaja en ello y date el permiso de abrazarlo y liberarlo. Solo cuando aceptas de manera consciente lo que ocurrió sabrás que has sanado.
La invitación es entonces a honrar a tu madre como símbolo de agradecimiento con la vida, independientemente de la relación que hayas tenido con ella, hónrala, permítete ser una nueva persona y crear una nueva vida.
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