[vc_row][vc_column][vc_column_text]Para nadie es un secreto que la adolescencia es la etapa del desarrollo que tal vez más desafíos presentan a los padres a la hora de ejercer la crianza y formación de los hijos.
Es normal que el/la adolescente no le encuentre interés a nada, se sienta desmotivado/a y desganado/a para realizar las actividades académicas, familiares y sociales. Quieren ser independientes, pero como no lo son, más bien se dejan llevar por la zona de confort en la que están, en otras palabras, idealizan un estado de plenitud sin realizar el más mínimo esfuerzo. Esto lo hacen para evitar sentir dolor y en consecuencia la mente no crece, ni se desarrolla, ni madura, porque simplemente la persona no se enfrenta a las situaciones que le harían madurar. Como no se interesan por nada pues no se involucran en nada, y de cierta manera les proporciona un escudo con el que protegerse de todo aquello que evitan (aquello que creen que les hará sufrir).
Es importante mencionar que esta apatía les afecta especialmente en sus relaciones sociales, ya que es la etapa en la que toma más relevancia esta faceta o ámbito de la vida. Desde lo académico pueden presentar desmotivación para seguir estudiando y, a nivel laboral, no saben lo que les gusta e incluso sienten que no les gusta nada. El panorama que se presenta para ellos, en su mente, es desolador…
Debemos poner mucha atención pues lo que podría ser un desgano puede confundirse con depresión. Esta última caracterizada en esta etapa por esa falta de madurez y dificultades para llegar a desarrollar su personalidad.
Y es que la transición a la edad adulta exige poner fin a algunos de los intereses de la infancia. Por ejemplo, un adolescente que antes tenía un interés permanente por un determinado tipo de juego puede desarrollar una serie de intereses completamente nuevos en el momento de la pubertad; en este caso sería de esperar un cierto nivel de apatía hacia lo que antes le interesaba.
Si tu hijo/a adolescente está pasando por esta circunstancia, como padre/madre debes saber que lo primero que debes hacer es sentarse junto a el/ella, tratar de conversar y hacerle sentir que está ahí, ofrécele tu apoyo y verbaliza que estás a su lado, sin que la situación se convierta en un tema tabú. Sin miedo, pero con respeto pregúntale qué le ocurre y por qué cree que se siente así. Puedes proponer planes en familia, sorprenderlo con una actividad novedosa o ayudarle a explorar sus gustos y preferencias. Lo que no debes hacer es “tapar” esta actitud con regalos materiales ya que no será sino solo un remedio a corto plazo.
Encontrar la causa por la que se encuentra apático a través de una escucha activa y de la creación de un espacio para que pueda expresarse libremente es una de las mejores alternativas. Pero como en muchas ocasiones, el/la joven se cierra a la banda y no se deja ayudar, puedes acudir a un amigo cercano para que le ayude a tu hijo/a a razonar. La ayuda de un profesional también es clave a la hora de que el joven pueda dejar la apatía de lado y volver a mostrar una gran motivación en su vida.
En conclusión, podríamos decir que la apatía llama a la apatía y el joven entra en una espiral de la que es muy complicada salir. De ahí que sea esencial que pueda contar con la ayuda de sus padres y de un profesional para poder superar tal problema. Además, porque de fondo pueden existir otras causas que se han exacerbado en esta etapa de la vida y que es necesario analizar desde la mirada profesional.
En PADMATERAPIA te brindaremos a ti como padre/madre las herramientas para el manejo de la apatía en tu hijo/a adolescente y a él/ella, por supuesto, le ayudaremos a redescubrir sus emociones, volver a entrar en contacto con ellas y vivirlas plenamente.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]