Lo que nos ha dejado la pandemia

[vc_row][vc_column][vc_column_text]En un país muy muy lejano llamado China, comenzó el que sería el gran motor de cambio mundial, un virus desconocido asomaba por los medios de comunicación y los países comenzaban a prepararse para hacer frente a su llegada. Nunca imaginamos la magnitud de esta pandemia y mientras muchos nos preocupábamos por los estragos que estaba causando, otros pocos trabajaban para poder encontrar la solución que contrarrestara semejante situación.

Entonces comenzamos a observar cómo cada país asumió y empezó a manejar la pandemia, eso sí, afectándonos a todos por igual.  En Colombia se implementó un simulacro de cuarentena generándose gran incertidumbre sobre el tiempo y lo que estaba por llegar.  Este nuevo virus causó caos en nuestra sociedad, temor y ansiedad, e implicó grandes cambios.

De un momento a otro entramos realmente en cuarentena total y debimos permanecer en casa, nuestros hijos dejaron de asistir presencialmente al colegio o universidad, los servicios de salud aumentaron su potencial de atención hasta llegar al colapso en momentos más críticos, la salida a la calle se vio limitada a ir al supermercado o droguería para adquirir elementos de primera necesidad, el uso de tapabocas, el distanciamiento social, la aplicación de antibacterial y el lavado de manos se pusieron a la orden del día.

La pandemia nos llevó a realizar ajustes en muy corto tiempo, en procesos que durante años se venían proyectando, como por ejemplo, la implementación del teletrabajo. A la fuerza tuvimos que aprender a manejar las herramientas tecnológicas y plataformas informáticas para poder continuar con nuestro sustento financiero. También llevó a ajustar nuestros bolsillos pues la afectación económica se vivió en gran medida, especialmente para aquellos cuyo ingreso depende del comercio y la independencia laboral.

Pero quizás el reto más difícil de vivir fue el pasar a ser un paciente diagnosticado con Covid y experimentar en carne propia el miedo a la muerte, la propia y la de un ser querido. Quienes han perdido a sus familiares y amigos por este virus seguramente han tocado el fondo que jamás imaginaron y de la manera menos pensada. A fuerza de dolor han aprendido a aferrarse a la vida y a valorar aún más a quienes están a su alrededor, a ver lo simple de la vida y a no complicarse por cosas vanas.

Si bien el Covid-19 nos ha golpeado en algunos aspectos, en otros, nos ha hecho abrir los ojos y ver otra realidad, una que estaba en frente nuestro y pasamos por alto. Por ejemplo:

Los trabajadores del sector de la salud, alimentación y aseo ahora son mucho más valorados pues día a día se enfrentan y arriesgan sus vidas a la peligrosa situación de llegar a ser infectados para salvar las vidas de otros, para que no falte el alimento en nuestros hogares y para que las calles y espacios de uso común permanezcan limpios y libres del virus.

Así mismo, los niveles de contaminación del medio ambiente han bajado notablemente. Las imágenes de la NASA y algunos informes presentados en los noticieros, muestran hoy en día un planeta que es mucho más verde que hace 20 años. Esto conlleva a que en países como China, donde inició la pandemia, la disminución de la contaminación de aire sea mucho más notable.

Y qué decir de la fauna silvestre que ha disfrutado libremente de su mundo sin la presencia de humanos, mejor dicho, ha explorado y en cierta forma ha disfrutado el mundo de los humanos sin sentir miedo a ser agredido o cazado. Para no ir tan lejos, hace pocos meses apareció en una avenida concurrida de Bogotá un pequeño venado que difícilmente se vería en un día a día cotidiano. En Tailandia varios elefantes fueron liberados debido a que no había turistas para transportar.

Igualmente tenemos más tiempo en familia cuando lo usual era pasar muchas horas entre el trabajo y el transporte lo cual dificultaba que se compartiera el tiempo suficiente con nuestros seres queridos. Ahora hay más tiempo para estar en presencia física con ellos, compartir, abrazarlos y pasar momentos juntos. Esta bella práctica ha sido tan intensamente impactante que pensar en un eventual retorno al lugar de trabajo ya no pasa por nuestra mente.

Y seguramente el aprendizaje más importante ha sido concientizarnos de que somos vulnerables, que todos somos uno y que formamos parte del mismo hogar llamado planeta tierra. Nuestras acciones, por pequeñas que parezcan pueden afectarnos a nosotros mismos y, por ende, afectar negativa o positivamente a los demás.

Esta nueva realidad nos enfrentó a nuestros peores temores y nos trajo grandes dificultades, pero también nos llevó a retarnos, a sacar lo mejor de nosotros como personas demostrando que tenemos una capacidad infinita para adaptarnos y para asumir nuevos retos, resiliencia y empatía para resistir y para superar nuestros miedos y limitaciones, en esta nueva etapa que hoy aprendemos a vivir.

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